La impotencia que sentimos a veces al pensar que no podemos cambiar el mundo por muchos esfuerzos que hagamos, tal vez sea errónea. Realmente ¿Qué es el cambio? ¿A que nos referimos cuando hablamos de cambiar el mundo?
Desde una perspectiva puramente científica el universo está en continuo cambio, nada permanece, todo fluye en un devenir eterno y constante, la materia esta formada por partículas moleculares en continua transformación.
Heráclito de Efeso decía que “no podemos bañarnos dos veces en el mismo río” porque la segunda vez, ni el río ni nosotros seríamos los mismos.
Desde una perspectiva puramente científica el universo está en continuo cambio, nada permanece, todo fluye en un devenir eterno y constante, la materia esta formada por partículas moleculares en continua transformación.
Heráclito de Efeso decía que “no podemos bañarnos dos veces en el mismo río” porque la segunda vez, ni el río ni nosotros seríamos los mismos.
Nuestro propio cuerpo está en continua transformación. A escala cuántica, es decir, por debajo del tamaño del átomo, estamos formados por protones y quarks, esa es la denominación científica que se dá a las partículas que forman parte del núcleo atómico que antes se creía indivisible. Superada la teoría de la indivisibilidad del átomo, la física cuántica estudia el comportamiento de estas minúsculas partículas que forman parte de nosotros y de todo lo que nos rodea.
Por eso cuando abrimos nuestros ojos, no es el universo lo que vemos, sino una proyección del mismo. A través de nuestros sentidos no podemos percibir la realidad, tan solo una fracción de la misma. No podemos ver por ejemplo los rayos x, los ultravioleta, la vibración de los átomos, al igual que no podemos ver el amor, la alegría, el odio o el miedo.
Sin embargo estos sentimientos tienen una gran capacidad de transformación de nuestra propia materia y la que nos rodea. El poder transformador del amor es incalculable por parámetros científicos si bien la ciencia ya ha podido demostrar algunas evidencias respecto las consecuencias de estas emociones, que reflejan la necesidad del cariño para la supervivencia humana.
Hace un tiempo vi una exposición del fotógrafo japonés, Masaru Emoto, que reflejaba el efecto de nuestros pensamientos sobre las moléculas del agua. Era curioso como ante la palabra “Amor” las moléculas que formaban el agua tomaban forma de cristal hexagonal en perfecta armonía, y sin embargo, exponiendo este elemento a la palabra “Odio”, el agua rompe toda cristalización tomando un color opaco y sin forma.
Parece claro que nuestros sentimientos y pensamientos tienen un efecto directo sobre las cosas y personas en que los proyectamos. Hay estudios sobre el cambio que sufre el campo energético de una persona al ser abrazada, al ser besada y el efecto contrario al ser insultada o maltratada.
Por lo tanto, cambiar el mundo implica cambiar la forma de pensar, la forma de tratar a las personas y a nosotros mismos.
Todos cambiamos el mundo cada día, todos generamos transformaciones en nuestro entorno. Si deseamos un mundo mejor, el cambio debe venir del interior hacia el exterior. Os invito a reflexionar sobre nuestros actos diarios, sobre la actitud que mantenemos frente a las personas y las cosas, el respeto que tenemos por la naturaleza y por nosotros mismos… porque condicionará nuestro futuro, porque tendrá consecuencias en nuestra propia vida y en la de los demás.
“Sé tu el cambio que quieres ver el mundo”. Mahatma Ghandi